miércoles, 29 de abril de 2009

¿Discriminación o inclusión a la mala?

Muchas veces, a manera de mofa y burla, me han dicho "anda lee el Coquito". Este enuniado, analfabetizador, tenía como objetivo menospreciar al oponente en el espacio público y, sobre todo, letrado. El famoso Coquito es el texto inicial del proceso de socialización letrada del niño: el más básico de los básicos. No leerlo es sinónimo de subalternidad.

La semana pasada el lente hegemónico de la ciudad letrada, que fluye en el imaginario del diario el Correo, ampayó los errores ortográficos de la congresista Hilaria Supa. La opinión pública en general, El Congreso de la República y la Sociedad Civil levantó su voz (letrada) de indignación para decir no a la discriminación en el Perú. La intensión es justa y necesaria, pero existe un pequeño detalle: no se trata de un caso de discriminación, sino de inclusión a la mala.

Aldo Mariategui señala: "Lo cortes no quita lo valiente: si he herido la sensibilidad de Supa , pues ofresco mis disculpas. El artículo está bien hecho; se han recojido opiniones opuestas, no miente, no difama, no injuria y menos discrimina". El periodista del Coquito tiene razón al señalar que el Diario el Correo no hace un acto de discriminación. Pero le faltó agregar que lo cortes no quita lo hegemónico.

El imaginario hegemónico de la ciudad letrada se impone, con o sin disculpas, porque luego de la publicación del ampay fue la "comunidad imaginaria de los letrados" quienes salieron al campo público y simbólico. Si el problema es la discriminación entonces no se ha logrado un avance al respecto porque se sigue discriminando a los no letrados. Sólo los que saben escribir intervienen en el debate: artículos, pronunciamientos y manifiestos. En cambio si el problema es la inclusión a la mala, entonces se puede ver otros puntos de agenda.

La inclusión a la mala tiene que ver directamente con el tema de la interculturalidad en el Perú. ¿Cómo se está incluyendo a los peruanos en la sociedad? ¿Qué pasa con la diversidad cultural? ¿Cuál es el papel del sistema educativo? ¿Qué sucede con la educación intercultural? ¿Por qué el Coquito es un símbolo de identidad nacional letrada? ¿Por qué todos empezamos a leer "mi mamá me mima"?

El sistema social letrado hace efectiva la inclusión a la mala. Si un quechuahablante lleva su legajo judicial en su propio idioma, entonces no entra como caso al Poder Judicial. Se debe incluir traduciendolo al hegemónico idioma oficial del Estado. Por este motivo, se debe desfocalizar el problema en Aldo Mariategui para analizar la sociedad en su conjunto.

Lo irónico es que los Congresistas se pronuncian letradamente, pero a la hora del presupuesto nacional nadie se pone la camiseta para incrementar la inversión pública en la eduación intercultural. Y menos aún cuestionar a las tecnologías homogenizadoras de los espacios públicos para democratizarlos y hacer factible el ideal de un país con diversidad cultural. Y dejar en el pasado la inclusión a la mala.

lunes, 20 de abril de 2009

El laberinto de la soledad

Salir del histórico laberinto de las identidades impuestas, disimuladas y negadas de los diversos rostros de la soledad es el dilema dialéctico que Octavio Paz plantea a los mexicanos. Lo cual incluye al continente Latinoamericano. El Laberinto de la Soledad esta estructurado por un conjunto de ensayos dialogantes que giran en torno al ser mexicano y, sobre todo, sus contradicciones. Ser podría decir, según la perspectiva del autor, que el mexicano es un ser que no es, pero que parece serlo. Entonces, la historia de la identidad nacional y política de México se encuentra en un péndulo de cambios, crisis y retrocesos. Una búsqueda de la singularidad histórica en soledad.

El Pachuco es el primer sujeto social que utiliza Octavio Paz para retratar el laberinto identitario del actual mexicano: un ser que se niega a sí mismo. El mexicano ha dejado de ser referente porque nunca lo fue. Por este motivo, el autor enfatiza que “la historia de México es la del hombre que busca su afiliación, su origen”. Mientras tanto queda el sueño y la posibilidad, en medio de la desesperación, de volver a ser otro hombre. El que deja de negarse, el que sale de la soledad para encontrase en comunión.

Pero la ausencia de la singularidad del nuevo hombre es cubierta por la mascara. Lo cual cubre la soledad. La mascara, según Paz, es una muralla que hace del mexicano un ser lejano para los demás y para sí mismo. Un ser de carácter cerrado que no se raja (abre) y, por ende, desconfiado. Ante la inseguridad se vuelve conservador. Amante de las formas que otorgan coherencia y estabilidad. Pero son formas ajenas a su soledad, a sus deseos propios e intimidades, lo cuales se esconde por vergüenza. Para Octavio Paz el mexicano le queda el camino del disimulo: “El simulador jamás se entrega (al personaje) y se olvida de sí, pues dejaría de simular si se fundiera en su imagen”. El pasar inadvertidos estructura una sociedad de ninguneadores, es decir, hacer de una persona, ninguno. La identidad de nadie, la identidad de México.

Pero el carácter hermético del mexicano, tiene licencia, en las fiestas. Para Octavio Paz el grito de las fiestas abre lo escondido en exceso. Algo que no se puede hacer en la cotidianidad. Se necesita de la fiesta para el desborde liberador, momentáneamente, de las normas. Una ruptura violenta y explosiva que dialoga con la muerte. Un dialogo con indiferencia. Según el autor, la muerte seduce por esta razón los mexicanos se identifica con las calaveras en las fiesta del día de los muertos. Octavio Paz afirma que la muerte proviene de la muerte y no de la vida, por este motivo, la muerte es estéril. Sólo produce nostalgia, la de estar en soledad por medio de la mascara de la muerte. A la cual tampoco se entrega.

La raíz histórica el laberinto de la soledad lo encuentra, según el autor, en la conquista de México, donde nace el ser solitario mexicano. Producto de la chingana, de decir, de la violencia y el engaño. Una violación que burla a la fuerza. La partida de nacimiento de México hace que tenga un carácter misterioso y extraño. Una Otredad nacional para los ojos de los extranjeros y para los mexicanos mismos. Aquí surge el conquistador (Hernán Cortés) como sinónimo del gran chingón, el macho de poder viril, arbitrario, que chingea a la Malinche, la madre indígena negada y repudiada por sus hijos (mexicanos). Esto hace, según Octavio Paz, que el mexicano no quiera ser ni indio ni español, volviéndose hijo de la nada. Solo quedó trascender la soledad, es decir, la ruptura con el pasado, a través de tentativas políticas, que mostraron que aún se respira por la herida. El pecado original de la conquista mexicana.

México nace en el siglo XVI, según Octavio paz, hijo de la violencia azteca y española. La sociedad precortesana era fragmentada y violenta, los Aztecas tuvieron enemigos íntimos antes de la llegada de los españoles. Una vez que las culturas y etnias enemigas de Moctezuma, fueron liberadas, se impuso el orden colonial, tanto en el mundo material como el espiritual. El catolicismo fue el centro del orden colonial que funcionó como un organismo viviente que da un lugar en el mundo a los indios que perdieron a sus dioses. Mientras que en Europa La Iglesia Católica entra en crisis, tiene apogeo en el Nuevo Mundo. La colonia es un orden que se impone de arriba hacia abajo, lo cual hizo que el organismo viviente se estancara. Teniendo un carácter perenne, inmutable e intolerante a las nuevas ideas. La falta de curiosidad científica es la condena de la sociedad colonial. Como es el caso de Sor Juana, poetiza y monja, cuya vida intelectual es figura de la soledad intelectual que reflexiona, escribe, pero finalmente calla ante las circunstancias históricas de la sociedad colonial que niega su propio futuro.

El movimiento de la Independencia mexicana, según Octavio Paz, fue menos brillante que la sudamericana. No necesito de grandes hazañas militares y discursos libertarios. Y más aún, señala el autor, la separación de España se realizó en contra de las clases que habían luchado por la Independencia. Producto de la alianza entre el clero, el ejército, los grandes propietarios y el resto de insurgentes se logra la independencia. Una libertad impuesta de arriba hacia abajo. Esto produce conflictos entre caudillos, lo cual es aprovechado por los Estados Unidos que en una guerra logran anexarse la mitad del territorio mexicano. Luego se produce en México la etapa denominada como la Reforma de base liberal y positivista, negando el pasado mexicano, al adoptar las formas europeas. Esta nueva filosofía, según el autor, no tenía nada que ofrecer a los pobres, lo cual sería el antecedente de La Revolución Mexicana. La primera del siglo XX que surge de la originalidad y autenticidad popular. México se encuentra con su mismo ser. Pero es una Revolución que no tiene ideología, la cual se improvisa cuando el pueblo llega al poder. Según Octavio Paz, a los ideólogos de la Revolución, es decir, a la “Inteligencia” le faltaron ideas.

Ruptura para no encontrase. Ruptura para buscar significa los cambios en la historia de México. El conflicto de la singularidad sin perder universalidad y ser universales sin perder la singularidad es el reto de los actuales tiempos. Octavio Paz señala que la Revolución iba a inventar un México fiel a sí mismo. Pero fue insuficiente porque no se pudo modernizar al país. Se dejo de ser feudal para no alcanzar la modernidad. Muchos factores fueron claves, como la injerencia económica y política de los Estados Unidos, la ineficiencia de la clase política al volverse profesionales de la administración pública. Cuando la “inteligencia” dejo la tarea de crítica y creación. Solo quedaron los modelos políticos y económicos a ajenos a la realidad mexicana. Tener conciencia de ello, según Octavio Paz, es saber que se esta solo. En vez de cerrarse y cubrirse con mascaras, el mexicano debe abrirse y afrontar el reto del mundo. Como señala Octavio Paz: “somos, por primera vez en nuestra historia, contemporáneos de todos los hombres”. De esta manera se podrá salir del laberinto de la soledad.

martes, 14 de abril de 2009

La Otredad Asustada


Dicen que "nadie es profeta en su tierra" y, sobre todo, en el Perú. La película la Teta Asustada tuvo que ganar el premio del Festival de Cine de Berlín para que los peruanos saquemos cara por lo nuestro. Tuvo que hacerse profeta en Europa para que sea aceptada porque ya tiene su sello de garantía. Ahora todos nos ponemos la camiseta blanquiroja para ir al cine y terminar aplaudiendo. El peruano es un ser de apariencias, así como la teta en cuestión.