lunes, 23 de junio de 2008

Otras Miradas: géneros al margen en la cultura de hoy


En el mes de la fina garúa de Junio se presentó en público un texto antropológico. Como escribió el poeta César Vallejo “son pocos pero son”. El libro contiene un conjunto de ensayos que analizan la realidad contemporánea desde las perspectivas teóricas de los Estudios Culturales y Subalternos. La noche fue testigo del “ritual de paso” que se llevó a cabo el 23 de Junio en el Centro Poscolonial España: urbanización Santa Beatriz, Lima, Perú.

Comentarios al paso en reversa
En primer lugar debo agradecer al profesor y colega Rommel Plasencia por darme la oportunidad de participar como ensayista en el presente libro escrito por antropólogos. Y, sobre todo, por “democratizar el micrófono” al dejarme leer los siguientes comentarios que llevan como título: “Resquebrajando el Monumento al Antropólogo Desconocido”.
Es justo y necesario celebrar en éste ritual el nacimiento del libro titulado Otras Miradas: Géneros al margen en la cultura de hoy, el cual viene a ser una respuesta, en resistencia, contra el hegemónico monumento al “antropólogo desconocido” en el Perú. Este monumento ninguneador y fatalista representa la subalternidad de la disciplina etnográfica en el imaginario social de los peruanos, donde la política y la farándula no tienen fronteras.

Muchas veces enuncio de manera irónica: “antropólogo soy y no me compadezcas”. Es conocida, dentro la tribu o comunidad antropológica, la fácil confusión de nuestra carrera con nuestros primos hermanos: los arqueólogos. Se distorsiona la imagen y significado de los antropólogos como si fuéramos “huaqueros científicos” buscando huesitos, momias y huacos.

Por esta razón, resalto el acertado epígrafe de Marshall Sahlins que está escrito al inicio del presente libro: “El camino del progreso antropológico está sembrado de cadáveres terminológicos, la mayoría de cuyos espíritus es mejor evitar”. Se debe tener en cuenta que el término mismo de “antropología”, en la realidad peruana, es un cadáver nada exquisito; pero su espíritu se resiste al olvido y la marginación. Es menester enfrentar, mejor no evitar sin vacilaciones, los fantasmas del monumento etnográfico desconocido porque éste representa uno de los principales obstáculos del progreso antropológico en el país.

El texto comentado es uno de los caminos para fisurar al monumento en cuestión. Hacerlo polvo y recuerdo para que no se repita. Ustedes podrán encontrar tras su lectura la “Otras Miradas” suspicaces de mis colegas quienes, al igual que yo, no aceptan el mundo tal como es, en el sentido, de someterse ha sus parámetros que instrumentalizan las relaciones culturales. El libro no acepta la imposición de lo culturalmente correcto.

Esto explica que no sea gratis la caricatura de Martha Hildebrant (representante de la cultura ilustrada en el Perú), en la portada del texto, transformada irónicamente en un monstruo verde, plasmada en el famoso Increíble Hulk, quien dice iracundamente: “Acaso no sabes que el muro ya cayó cholo de mierda”. Con lo que se justifica el fin de la historia y de las ideologías. Para qué discutir, debatir e investigar, sí todo esta dicho y hecho. Pero la historia continúa, junto con los conflictos y exclusiones. Entonces, se levantan otros muros, Los Muros Invisibles, que están al margen en la cultura hegemónica de hoy, con el fin de cuestionar las categorías absolutas del “debe ser cultural”.

Ahora empiezo a mostrar brevemente, a manera de chisme científico, los ensayos que contiene el libro. El orden que establezco es al estilo Chespirito porque empiezo por el final para terminar por el principio, es decir, un comentario al paso en reversa:

-Empiezo por el colega Miguel Ángel Salinas quien retoma un fundamental punto de quiebre en la historia del Perú: Velasco Alvarado y la Reforma Agraria. Un tema que en la agenda académica ya pasó de moda, cuyas publicaciones, según el autor, yacen apilados a meced del polvo y el olvido de las bibliotecas. Por este motivo, el objeto de estudio son los textos y los proyectos editoriales que la producen. El autor hace una especie de antropología del lenguaje en que deconstruye son los testimonios de los actores sociales que hacen memoria sobre el velasquismo. Son tres los testimonios, tres los editores, tres los coautores y, por ende, tres los colores de los hilos gramaticales del discurso que se desprenden: el blanco, rojo y negro. El trabajo cuestiona la neutralidad de los textos y, sobre todo, los testimonios en la producción de memoria.

-Del pasado llegamos al presente por medio del texto de Rommel Plasencia quien analiza la moda de la industria turística alternativa. La mirada critica del autor es sintetizada en el epígrafe de Eusebio Leal: “En el abismo que cada vez separa el primer mundo del tercero, el turismo se vuelve, para unos, en una industria de sobrevivencia y para los otros en un indicador de calidad de vida”. Desde la óptica de la antropología del turismo se denuncia académicamente la legitimación de los proyectos coloniales turísticos que subordinan ha las culturas locales de la selva peruana. El caso de estudio es la comunidad Shipibo-Conibo de San Francisco ubicada en la Región Ucayali donde existe una explotación cultural del exotismo. La mirada industrializada del turismo estructura imágenes y discursos que no corresponden ni tienen interés con la “realidad nativa” local.

-El siguiente ensayo del colega Renato Merino, que desde la lógica del anterior, analiza el caso de San Pedro de Lloc (ubicado en la Región de la Libertad), que se autodenomina como “El pueblo que come lagartijas”. Irónicamente son los mismos pobladores de San Pedro de Lloc los cómplices de la industria del turismo. Si lo exótico se vende más, entonces hay que vender la idea de la tierra donde se come lagartijas. El animal en cuestión es el “cañan”, una especie de lagartija del desierto, cuyo consumo esta dedicado para los visitantes-turistas. Una de sus cualidades del Cañan es la estimulación por el apetito sexual, según el testimonio de un cazador de la zona: “el cañan es el único animal que tiene dos penes pegados en cada una de sus patas”. El autor ilustra las interacciones de construcción de identidad, las posiciones estratégicas y conflictivas entorno al turismo mercantil.

-El colega Carlos Leyva nos lleva a la vida cultural de las zonas urbanas marginales de Lima donde analiza la manifestación artística y la práctica sociocultural de la “música chicha”. Nos hace conocer los procesos de producción, distribución y consumo cultural del fenómeno musical chicha y, en especial, a uno de sus intérpretes más populares: Lorenzo Palacios Quispe, más conocido como Chacalón. A manera de hilo conductor del ensayo de Carlos Leiva se narra y analiza la vida, obra, muerte y repercusión social de Chacalón en los sectores populares de Lima. Se verifica que Chacalón es utilizado por la industria cultural chichera para construir un “héroe cultural popular” que represente a los grupos migrantes y cholos (subalternos) que son marginados de la cultura oficial limeña. De ahí la frase "cuando viene Chacalón, hasta los cerros bajan", y también los antropólogos urbanos.

-El colega Alcibes Gussi nos traslada a un espacio transnacional para analizar los mecanismos de formulación y reformulación de identidades. Este espacio se encuentra en Sao Paulo, Brasil, donde residen los descendientes de los norteamericanos post-guerra de Secesión. La imagen sugerente en el texto es la película “Lo que el viento se llevó” donde los protagonistas de la película no siguieron el guión establecido: “quedarse a reconstruir su tierra natal”; sino que decidieron migrar irónicamente hasta Brasil. El autor nos muestra los rituales que celebran los descendientes norteamericanos para idealizar el pasado, identificarse en el presente y proyectarse al futuro. El escenario de construcción de memoria es el cementerio donde se encuentran sepultadas varias generaciones de familiares americanos. Según Alcibes Gussi la fiesta rompe la localidad territorial para establecer lazos con los Estados Unidos, en un intento de formalizar redes trasnacionales. La identidad no es ajena a las relaciones de poder.

Ahora le toca el turno a mi texto, pero por cuestiones éticas y de tiempo no diré nada; ni siquiera el título. Aunque ganas no me faltan. Sí quieren saber algo sobre mi ensayo y, en especial, profundizar los demás trabajos que he comentado en reversa, es necesario que compren el libro. Hay descuentos para los colegas subalternos.

Finalmente sólo me queda agradecer al Seminario de Historia Rural Andina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos por apoyar institucionalmente la iniciativa del texto antropológico que ahora es realidad. Agradecer a los colegas, amigos y público en general por ser testigos que el libro en cuestión no trata, felizmente, sobre “huaquería científica”, sino del inicial camino para resquebrajar el monumento al antropólogo desconocido.

Muchas gracias por su gentil paciencia.

sábado, 14 de junio de 2008

En mi barrunto La Cholina

El barrunto molinero es un espacio colmado de sueños y contradicciones. Un lugar para volver siempre. La Molina esta conformada por un conjunto de feudos vecinales que sobrevivieron al velasquismo, donde reina el orden y la limpieza. Una imagen radicalmente opuesta a Lima la horrible que según Augusto Salazar Bondy: “se ha vuelto una urbe donde dos millones de personas se dan de manotazos, en medio de bocinas, radios salvajes”. En cambio mi barrunto es considerado uno de los mejores lugares donde vivir. Pero no hay que ser ingenuos porque todo lo que brilla no es oro.

Lo más característico del barrio pituco es la imagen paradigmática del buen molinero: aquel vecino consciente de los valores y respecto al vecino colindante. Se aplica el axioma liberal: “donde terminan mis derechos empiezan la de los demás”. Uno puede vivir en tranquilidad en la vecindad de las lejanías, donde nadie extraña el rostro cotidiano del que dirán. Cada familia internaliza en su feudo la cultura de la vida reposada. La cotidianidad de los valores y buenas costumbres molineras sin salir del distrito.

La geografía molinera tiene la peculiaridad de estar rodeadas de cerros que tienen las energías sagradas de los Apus Wamanis. Al frente de mi humilde hogar se encuentra el Apu que tiene el nombre “Dos Picos de Oro”. Cuenta la leyenda que en un tiempo lejano la “Idea Universal” se había propuesto a crear vida inteligente en los mundos sin nombre. Intento hacerlo tomando como materia prima la tierra, pero fracasó. La soledad causo mucha tristeza al punto que la “Idea Universal” comenzó a derramar lágrimas sobre el planeta. Las lágrimas formaron una esplendorosa laguna de oro donde surgió el ave “Dos Picos de Oro” cumpliendo la orden de Dios. Las herramientas simbólicas del ave fueron sus picos que estructura el mundo dual: el bien y el mal, la vida y la muerte, la felicidad y el sufrimiento. Cuando el ave terminó su misión en la tierra se dispuso a descansar para contemplar eternamente el mar. Ello explica la forma de dos picos que tiene el cerro ubicado al frente de mi casa.

En la época prehispánica La Molina pertenecía al señorío de Lati o Ate. Hay que tener en cuenta que antes de la llegada de los Incas los actuales territorios de Lima estaba conformada por un conjunto de valles que sirvieron de asentamiento a varios señoríos y curacazgos. En los valles del río Chillón, Rímac y Lurín se levantaron tambos, templos, fortificaciones y edificios administrativos. Según María Rostwrowski en el valle del Rímac existió el Curacazgo Ychma conformado por los señoríos: Sulco, Guatica, Lima, Maringa, Callao y Lati. Los restos arqueológicos que son testigos del pasado prehispánico del barrunto molinero son las huacas pitucas de Melgarejo (Horizonte Temprano) y Granados (Intermedio Temprano).

Luego estos espacios agrícolas fueron conquistados por los Incas y, posteriormente, dominados por los españoles. Estos últimos por medio de las encomiendas (la entrega de tierras agrícolas junto con sus pobladores a los conquistadores) lograron establecer varias haciendas y fundos que conformaron la Lima agrícola. Entre 1571 y 1573 el Virrey Toledo conformó las reducciones indígenas Santiago Apóstol de Surco, San Pedro de Carabaillo, San Salvador de Pachacamac, San Juan Bautista de Lurigancho y Nuestra Señora de las Mercedes de Late. La encomienda de Ate es la semilla histórica de La Molina donde se desarrollaron las haciendas coloniales: La Molina/ Monterrico Grande / Melgarejo / Rinconada / Camacho / Matazango/ Planicie / Viñas / Sol de la Molina / La Rotonda / entre otros. No es gratis coro: “a La Molina no voy más porque hechan azote sin cesar”.

En la República destaca un hecho importante molinero que es subalternizado en la historia de la Guerra del Pacífico. Como los peruanos tenemos un instinto dramático para celebrar derrotas, se deja de lado el la victoria de la batalla de la Rinconada. La historiografía oficial y colegial señala que en la campaña de Lima, en 1881, se realizaron dos confrontaciones: 13 de Enero Batalla de San Juan y 15 de Enero Batalla de Miraflores, con el resultado a favor de Chile por dos a cero. Se obvia el gol de honor perucho. Según Oscar Ferreira Hare el 9 de Enero los chilenos intentaron estratégicamente dar la vuelta a las líneas de defensa de los reductos peruanos siguiendo la ruta del valle de Lurín para llegar a las haciendas Manchay, Rinconada y Melgarejo. En la Rinconada existía una columna de 180 hombres denominado Batallón Pachacamac al mando de Don Manuel Miranda. El enemigo, al mando del coronel Barbosa, descendía a las cinco de la madrugada por Manchay, pero fueron recibidos por fuego de batería de la hacienda Rinconada. Sangre y resistencia. A la 1 de la tarde el general Baquedano ordena el retiro de las tropas chilenas. Fue una victoria moral de los peruanos, misma selección peruana de fútbol.

Luego de la derrota de la guerra el Perú entre en el proceso de Recuperación Nacional. A principios del siglo XX en La Molina llega la agroindustria. Se tiene como antecedente que en el año 1902 se instaló la Escuela Superior de Agricultura apoyado por el gobierno de Bélgica, luego se transformó en la Universidad Nacional Agraria La Molina. El historiador Francisco Vallejo Berríos señala que en 1904 Don Tomas Valle dueño de la hacienda Monterrico Grande se junta con Don César Soto para formar la "Compañía Agrícola Azucarera Monterrico Grande". En la hacienda funcionó una locomotora denominada Chuquitanta que transportaba la caña de azúcar del campo a la fábrica. La agroindustria en Ate, incluida la Molina, entró en auge en 1930 y llegó a su crisis en 1960. Actualmente en la Molina existe la casa-hacienda Monterrico Grande que funciona como restaurante. En este lugar se mantiene la memoria de los tiempos de la oligarquía en el Perú.

La Molina perteneció a la jurisdicción de Ate-Vitarte hasta el 6 de Febrero de 1962. Fue en el segundo gobierno del Presidente Manuel Prado y Ugarteche que obtiene la autonomía distrital sobre un sobre un área de 4,900 hectáreas. Las haciendas cambian de rubro comercial para dedicarse al negocio de la inmobiliaria y la construcción. Se entra en un proceso de transformación del campo en ciudad. La tesis del antropólogo Walter Quinteros titulada Urbanización migracional y Aculturación (Estudio de la Población Obrera de la Molina), realizada en 1965, grafica el proceso de urbanización de las zonas agrícolas de La Molina donde la urbanización Conde de Camacho, los conjuntos habitacionales “La Rinconada”, “El Sol de la Molina”, “Inca Golf Club, entre otros, se levantan en tierras de antiguas haciendas parceladas.

Actualmente La Molina representa una de las zonas más residenciales y modernas de Lima. Es notoria toda una red comercial comprendida por bancos, clubes, restaurantes, tiendas, entre otros. Destacan La Molina Plaza (conformada por un conjunto de cafés, restaurantes y multicines) y la tienda Wong donde comprar es un placer (irónicamente los chilenos son sus actuales dueños). En medio de ésta sociedad del consumo refinado se puede observar a niños vendiendo caramelos y pidiendo limosna para un pan, ¿pobreza en La Molina? Todo un tema para investigar.

Estas imágenes contradictorias son borradas por la falacia de las tías pitucas de la Molina quienes estructuran una dicotomía social en que La pobreza y marginación son negados dentro del barrunto por medio de una reja que separa a La Molina de Ate Vitarte (http://waroblog.blogspot.com/2008_01_01_archive.html#8714619248340808887). Es una falacia urbana porque en la supuesta zona residencial, hegemónica y criolla existen 8 sectores populares (asentamientos humanos y asociaciones de vivienda), los cuales no se quieren ver por los ojos pitucos. Uno de estos sectores subalternos es Matazango donde uno de sus habitantes se resiste al olvido y el ninguneo: http://losmolineros.blog.com/443727/

El barrunto molinero es todo un objeto de estudio para analizar sus oscuras contradicciones socioeconómicas y culturales. Las preguntas que deben interrogar a la realidad no pueden ser las mismas de siempre. Todo cambia, como lo señalaba Eráclito al decir que nadie se baña dos veces en el mismo río. Luego del escepticismo analítico cotidiano me detengo en la puerta de mi casa, en el atardecer, para saludar al Apu Wamani del barrunto.


martes, 10 de junio de 2008

A la argolla en el Perú dile sí

El problema de la argolla en el Perú es la mezquindad de los argolleros. Se incluye a los cucufatos y conservadores. La parametrada ley social de la argolla señala que esta totalmente prohibido pasar la información en el espacio público. La privacidad es único canal para efectuar la argolla perfecta. Es decir, que el dato argollero debe circular subrepticiamente en pequeños círculos y/o redes sociales.

Si quiebras la ley argollera saldrá el vigilante del panóptico (un mezquino, cucufato y conservador) a controlar la situación. Este personaje foucaultniano de la ficción y de la vida real diría cínicamente, a los trasgresores de la norma, que las argollas son herméticas y cerradas, en el que no hay sitio para tanta gente. En consecuencia, sería de mal y pésimo gusto hacer pública la argolla.

La solución al mencionado problema no se basa en la neutralización o eliminación de las argollas, como generalmente se cree. Uno pecaría de ingenuo y no resolvería nada. Se lucha contra una argolla con el apoyo de otra argolla. La guerra de las argollas. Como fue el caso de las cumbres ALC-UE y la Social de los Pueblos que se llevaron a cabo en Lima en el mes de abril. Sin argolla no entrabas. No era extraño observar a varias personas que estaban fuera de ambas cumbres esperando el milagro de la argolla, es decir, encontrarse con el amigo, funcionario y/o organizador que le diera el pase respectivo.

Pero no hay que alarmarse porque hay que tener en cuenta que la argolla es un hecho que existe en todos los espacios sociales: hegemónicos y subalternos. Y sobre todo viene a ser un hecho histórico y universal. La semilla de la argolla se encuentra en todas las sociedades y culturas del mundo. El etnocentrismo es radicalmente argollero. Por este motivo, se deduce que la argolla existirá hasta el fin de la especie humana, al menos que las cucarachas logren un alto nivel de evolución para heredarlo. A tal nivel que realicen sus propias cumbres.

En este sentido, sería de buen gusto ampliar la argolla en el espacio público para evitar el fin de nuestra especie. Se estaría empezando un proceso de democratización de las argollas y, a la misma vez, habría menos mezquinos en el país. Se formaría las bases para un contexto en el que se podría cumplir el sueño de la argolla propia bajo un lente social. La argolla responsable que permitiría una sustancial disminución de los índices de exclusión y marginación.

Por estas y muchas razones, a la argolla en el Perú dile sí.

martes, 3 de junio de 2008

Microfìsicas gotas del invierno limeño

“No hay peor clima que el invierno limeño”, es el clásico comentario ninguneador que escucho cada vez que viajo al interior del país. Lima continúa siendo horrible hasta en el clima. Otro mito más. Supuestamente en provincia la vida es más sabrosa porque se puede observar un limpio cielo azul y las esplendorosas estrellas nocturnas. Pero ellos obvian la sensibilidad de las composiciones de Chabuca Granda cuando una de sus letras dice: “fina garúa de Junio le besa las dos mejillas”. Y también dejan de lado la vida urbana cultural del invierno limeño.

Déjenme que les cuente limeños y, sobre todo, peruanos del Perú profundo que la garúa viene a ser un tipo muy especial de lluvia menuda, más conocida como llovizna, que cae lentamente sobre la costa. Tan lento que no se le percata como lluvia. Una de las principales características de la garúa es que no moja a diferencia de las torrenciales lluvias de la sierra y selva peruana, donde uno sale empapado. Por este motivo, el negocio de los paraguas, las botas de hule y los ponchos de agua no son rentables en la capital.

El periodista extranjero Stepehen Cviic, corresponsal de la BBC de Londres, señala que la garúa es típica de la capital peruana encargada de bloquear la vista a la cordillera andina y, a la misma vez, escenifica al balneario de Miraflores con un especial toque romántico. En este sentido, la garúa es un elemento que ofrece el pretexto justo y necesario para compartir un café con algunos sueños. Como la Ciudad de los Reyes (sobre todo las zonas urbanas pitucas) es la “capital de los cafés”, entonces necesita de la garúa para que sigan en servicio los mencionados espacios de conexión: lugar de tertulia, imaginación y poesía.

Entonces las microfísicas gotas del invierno limeño otorgan sensibilidad a la vida cultural urbana. No es cuestión de aguantar el frio, sino de enfrentarlo elegantemente con una buena casaca y chalina para salir al cine, al teatro y/o centro cultural. Luego pasear en los parques, conversar y observar, sentados en una banca, la cotidianidad de las personas acostumbradas a la fina garúa de Junio, acurrucándose y besándose las dos mejillas.