(El Waro con su ahijada del alma)
¿Voluntario, yo? Me declaré hace tiempo, justo antes de terminar la universidad (San Marcos), como una anti-voluntariado. Pensaba escribir un ensayo, cuyo cuasi pirateado titulo hubiese sido El Fin de la Historia y El Último Voluntario. Me volví un radical ateo del voluntariado.
¿Voluntario, yo? Me declaré hace tiempo, justo antes de terminar la universidad (San Marcos), como una anti-voluntariado. Pensaba escribir un ensayo, cuyo cuasi pirateado titulo hubiese sido El Fin de la Historia y El Último Voluntario. Me volví un radical ateo del voluntariado.
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Actualmente, siendo consecuente con mi inconsecuencia, soy parte de un grupo de personas que participan en un voluntariado (ayuda social y reflexión espiritual) denominado "Comedor Nazarenas", pero conocido con el nombre de "Magis Pan del Alma": http://magiscomedor.blogspot.com/search/label/Reflexiones%20de%20voluntarios. En este nuevo espacio continuó con la misma convicción de que el voluntariado, como concepto y discurso, esconde algo llamado ciudadanía. Sea ésta material o espiritual.
La Sociedad Civil es una comunidad imaginada por las ONG (Organizaciones No Gubernamentales), donde se legitimó, a fines de la década de los noventas, la noción de voluntariado. Surge el concepto de voluntariado como sinónimo de trabajos de ayuda social de los jóvenes. Entonces ser joven voluntario se había vuelto una moda luego de la caída del Fujimorismo. Lo que en un principio había sido el germen de una autentica y libre ciudadanía en el sector juvenil y universitario (la generación 97), se convirtió por arte de magia como el “voluntariado juvenil”. Luego empieza el negocio de los jóvenes buena gente, nada voluntario.
Las ONG empiezan a buscar financiamiento para generar ciudadanía por medio del voluntariado. En pocas palabras se comienzan a gestionar nuevos trabajos asalariados por medio del esfuerzo o trabajo gratis del voluntariado. Se convoca a los jóvenes, les dicen lo que tiene que hacer con la idea del bien social y realizan las actividades. Pero estos jóvenes nunca son parte de los beneficios económicos del voluntariado, algo reservado, cada fin de mes, para los promotores de campo y los diseñadores de los proyectos. Por este motivo, esta modalidad de voluntariado no tiene nada de voluntario, sólo para los que trabajan gratis.
Esto lo digo por experiencia personal donde participé por varias redes juveniles, cuando era joven e ingenuo. Trabajaba gratis para Otros. Lo hacía por vocación social, en cambio las ONG por vocación lucrativa. Muchas veces decía: todos somos voluntariado o todos somos asalariados. En estos espacios siempre mantuve mi propuesta de la “ciudadanía analítica” para conocer mejor la sociedad y buscar soluciones. Algo que no era del agrado de los jóvenes activistas, con los cuales siempre hubo conflicto. Les decía que había que teorizar el activismo para dinamizar la teoría.
Como resultado de mi experiencia reflexiva señalo que existe una diferencia entre voluntariado y ciudadano: el primero asume, mientras que el segundo cuestiona. Muchas veces se ha unido, a la fuerza, ambos conceptos para que sobresalga el “voluntariado”, como algo positivo, y afirmativo. Entonces, el joven que hace trabajo voluntario es considerado como algo bueno para la sociedad. Decir lo contrario es estar al margen del discurso hegemónico que oculta la discrepancia ciudadana. Y, sobre todo, despolitiza la acción ciudadana por medio del concepto voluntariado.
Por este motivo, me resisto, internamente, a denominar mi acción de “ciudadanía” como un simple voluntariado. Porque noto en las intensiones y acciones de los Magis Pan del Alma una sincera preocupación social por los niños de la calle, cuyos padres son ajenos (histórica y estructuralmente) a la ciudadanía. El Magis Pan del Alma trata de cubrir la ausencia social y espiritual que los padres, por obvios motivos, no pueden cumplir para la construcción de una ciudadanía con mirada religiosa de la vida.
En este sentido, el voluntariado del Magis Pan del Alma es en el fondo una “ciudadanía espiritual”. Se toma en cuenta al grupo beneficiario (los niños) desde una perspectiva social (ciudadanía) y una perspectiva religiosa (espiritual). Los problemas sociales no son ajenos a las reflexiones del alma.
La Sociedad Civil es una comunidad imaginada por las ONG (Organizaciones No Gubernamentales), donde se legitimó, a fines de la década de los noventas, la noción de voluntariado. Surge el concepto de voluntariado como sinónimo de trabajos de ayuda social de los jóvenes. Entonces ser joven voluntario se había vuelto una moda luego de la caída del Fujimorismo. Lo que en un principio había sido el germen de una autentica y libre ciudadanía en el sector juvenil y universitario (la generación 97), se convirtió por arte de magia como el “voluntariado juvenil”. Luego empieza el negocio de los jóvenes buena gente, nada voluntario.
Las ONG empiezan a buscar financiamiento para generar ciudadanía por medio del voluntariado. En pocas palabras se comienzan a gestionar nuevos trabajos asalariados por medio del esfuerzo o trabajo gratis del voluntariado. Se convoca a los jóvenes, les dicen lo que tiene que hacer con la idea del bien social y realizan las actividades. Pero estos jóvenes nunca son parte de los beneficios económicos del voluntariado, algo reservado, cada fin de mes, para los promotores de campo y los diseñadores de los proyectos. Por este motivo, esta modalidad de voluntariado no tiene nada de voluntario, sólo para los que trabajan gratis.
Esto lo digo por experiencia personal donde participé por varias redes juveniles, cuando era joven e ingenuo. Trabajaba gratis para Otros. Lo hacía por vocación social, en cambio las ONG por vocación lucrativa. Muchas veces decía: todos somos voluntariado o todos somos asalariados. En estos espacios siempre mantuve mi propuesta de la “ciudadanía analítica” para conocer mejor la sociedad y buscar soluciones. Algo que no era del agrado de los jóvenes activistas, con los cuales siempre hubo conflicto. Les decía que había que teorizar el activismo para dinamizar la teoría.
Como resultado de mi experiencia reflexiva señalo que existe una diferencia entre voluntariado y ciudadano: el primero asume, mientras que el segundo cuestiona. Muchas veces se ha unido, a la fuerza, ambos conceptos para que sobresalga el “voluntariado”, como algo positivo, y afirmativo. Entonces, el joven que hace trabajo voluntario es considerado como algo bueno para la sociedad. Decir lo contrario es estar al margen del discurso hegemónico que oculta la discrepancia ciudadana. Y, sobre todo, despolitiza la acción ciudadana por medio del concepto voluntariado.
Por este motivo, me resisto, internamente, a denominar mi acción de “ciudadanía” como un simple voluntariado. Porque noto en las intensiones y acciones de los Magis Pan del Alma una sincera preocupación social por los niños de la calle, cuyos padres son ajenos (histórica y estructuralmente) a la ciudadanía. El Magis Pan del Alma trata de cubrir la ausencia social y espiritual que los padres, por obvios motivos, no pueden cumplir para la construcción de una ciudadanía con mirada religiosa de la vida.
En este sentido, el voluntariado del Magis Pan del Alma es en el fondo una “ciudadanía espiritual”. Se toma en cuenta al grupo beneficiario (los niños) desde una perspectiva social (ciudadanía) y una perspectiva religiosa (espiritual). Los problemas sociales no son ajenos a las reflexiones del alma.
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Este es el reto en la construcción de nuevos tipos de ciudadanía donde su foco de análisis y acción consiste en dar más (magis) para mejorar la sociedad bajo la luz espiritual.