Mi tesis es que la ironía puede ser utilizada como recurso analítico para visualizar los problemas sociales y culturales en el Perú. Y, sobre todo, encontrar algunos puntos de fuga necesarios para la reflexión y la toma de conciencia.
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El pasado sábado 7 de noviembre, luego de mis clase de Políticas Públicas con perspectiva de género, me fui a descansar bien acompañado a uno de los jardines de la Universidad Católica. Luego del respectivo descanso me crucé con un tono de aniversario. Se estaba celebrando los 45 años de la creación de la Facultad de Ciencias Sociales de la PUCP, cuya propaganda virtual parecía celebrar un carnaval brasileño.
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Pude observar un gran toldo que daba sombra a la comunidad imaginada de intelectuales que se preocupan por el análisis de la realidad peruana. Muchos de ellos (sociólogos, antropológos, politólogos, economistas, entre otr@s) escriben artículos y libros sobre los marginados de la sociedad: los subalternos. Algo muy bueno para acabar con las brechas sociales que fragmentan a los peruanos. Una muestra es la obra de Alberto Flores Galindo.
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Pero lo irónico del ritual aniversario es que se visualizó una mesa subalterna. La única que se encontra fuera del adornado toldo y, sobre todo, al margen de la sombra social. Ahí, en el margen, se encontraban sentados los trabajadores (subalternos) de la mencionada facultad, quienes también fueron invitados a la grandiosa celebración. Pero guardando su respectiva distancia, algo que me hace recordar una frase del imaginario hegemónico: "En el Perú todos tienen su lugar".
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Lo rescatable del tono fue superación de la indiferencia social porque algunos científicos sociales hacian trabajo de campo y visitaban a los trabajadores subalternos para acortar distancias sociales. Hacían memoria de los buenos tiempos y lo celebraban con unos tragos. Pero luego, de la observación participante regresaban a sus respectivas mesas. Mientras que los comensales subalternos continuaban en la periferia.
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Lamentablemente, no pude quedarme más tiempo, ni hasta la últimas consecuencias, pero capaz se había reproducido a nivel micro-social una migración del campo a la ciudad, digo al toldo. Se hubiese forjado el incio de un nuevo Perú. Una cholificación con todos juntos y revueltos.
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Para el siguiente aniversario compraré mi tarjeta al precio popular de S/60.00 (si la economía se mantiene blindada frente a la crisis financiera internacional) para saber como continúa éste proceso de ciudadanía de los márgenes. Sería una observación tránsfuga al paso con perspectiva de género.