El día de hoy varios electores y analistas políticos creen inocentemente que existe un sólo tipo de voto en blanco para esta segunda vuelta electoral: ni marcar por el sida ni por el cáncer. Pero todos están equivocados porque no contaban con la astucia del “voto cultural en blanco”. Un voto legitimado irónicamente tanto por los detractores como los amantes de la cultura en el Perú.
El “voto cultural en blanco” surge cuando los temas sobre industrias culturales, la interculturalidad, el arte, entre otros, no figuran en la agenda política y la opinión pública. Hemos sido testigos que el debate electoral fue hegemonizado por el campo “económico” con los significantes pobreza, modelo económico, trabajo y distribución de la riqueza. Por este motivo en las variopintas propagandas que inundaron la ciudad ningún candidato o candidata se comprometió con las políticas culturales. La mayoría se limitaron a construir imágenes de personas emprendedoras y comprometidas en ofrecer trabajo.
En términos económicos se puede decir que ante la “oferta electoral” cualquiera que haya sido nuestra opción política, éste fue un “voto cultural en blanco” porque no toma en cuenta la dimensión de las políticas culturales. Lo cual es un verdadero salto al vacío. Tenemos el caso del Ministerio de Cultura en donde no existe un debate público que garantice su continuidad o mejora como institución del Estado. Parece que para los protagonistas de la segunda vuelta electoral y los medios de comunicación su preocupación va por otro lado. Hasta el mismo PPK con su cuy mágico planteó un “Pacto por el Perú” sin que el tema cultural se encuentre dentro de los puntos de agenda.
La economía como ciencia objetiva es aplicable a todos los campos de la realidad (Karl Popper). En esta lógica, el modelo económico define a la sociedad y, sobre todo, la riqueza de las naciones (Adam Smith). Este axioma pragmático garantiza las condiciones materiales para el surgimiento del “voto cultural en blanco”. No es voto en blanco porque se marque en blanco (tautología Puma Carranza), sino porque cualquiera de las opciones electorales que se marque se encuentra en blanco en materia de políticas culturales en el debate político.
Luego de los resultados electorales, es necesario un debate más democrático en materia de políticas públicas culturales. Ir más allá del economicismo. La cultura no debe ser un tema de relleno en los diversos planes de gobierno, marginado de los debates públicos y ajeno a la vigilancia de la prensa, sino que debe ser un referente legítimo para la reflexión sobre la realidad social y el voto ciudadano.
De lo contrario, el “voto cultural en blanco” será el ganador en todas las elecciones y reelecciones nacionales.