Por: Raúl Rosales León
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“Perú país de
emprendedores” fue el mito moderno en los tiempos del auge neoliberal que hizo invisible
el tema del problema del desempleo en el Perú.
La ética del yo emprendedor promocionada por Nano Guerra García
flexibilizaba el lazo social para fortalecer un duro individualismo. Pero las protestas y movilizaciones de la
ciudadanía para derogar la Ley que Promueve El Acceso de Jóvenes al
Mercado Laboral y a La Protección Social,
más conocida como la Ley Pulpin construye la ruta para el fin de mito
emprendedor.
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Si el Perú es por
naturaleza un país emprendedor, nadie se preocuparía por el Otro (juvenil) que
necesita trabajo y, sobre todo, con trabajo decente. El discurso emprendedor
logró ocultar el problema de las brechas laborales entre trabajadores formales e
informales (alrededor del 70% se encuentran dentro de la informalidad laboral); Irónicamente el Gobierno incentivó la
reactivación política de la oposición ciudadana frente al cinismo ideológico al
plantear la formalización laboral por medio de la informalización de derechos.
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Últimamente el discurso
emprendedor tuvo como público objetivo a la juventud, por ese motivo, era común
las ferias emprendedoras, talleres de emprendedurismo juvenil, Coaching para Emprendedores, entre otras iniciativas emprendedoras. Pero
los jóvenes que se han pronunciado han sido la nueva ciudadanía que reflexiona
sobre ellos, sobre el otro (juvenil) y el Perú.
Ellos a través de redes sociales y la manifestación en las calles fortalecen
el lazo social cuestionando la ética del yo emprendedor, que según Nano Guerra
García: la
verdadera lealtad es contigo mismo.
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Coincido con la reflexión de Quique Gómez cuando en su artículo titulado Protestas
Juveniles, manifiesta: “Falta ver si logran
integrar su protesta enfocada en la derogatoria de la Ley juvenil a una
plataforma programática más amplia, reivindicativa y propositiva, que les
permita conseguir nuevos apoyos y articularse con otros procesos similares”. Esta sería la forma de cuestionar programáticamente
e ideológicamente el mito
emprendedor y, a la vez, la construcción política de una República de
Ciudadanos/as en donde los derechos laborales no sean informalizados.