martes, 27 de enero de 2015

Juvenólogos a la tumba, ciudadanía a la obra






Por Raúl Rosales León.

Luego de la derogatoria de la Ley Pulpín, el tiempo será testigo que los jóvenes que salieron a las calles a luchar por la defensa de los derechos laborales, dejarán de ser jóvenes; pero lo que se mantendrá será la ciudadanía (real y no legal). El discurso ciudadano es el mejor antídoto contra los juvenólogos y juvenilitas.

Con a la experiencia de la lucha contra el fujimorismo iniciada por la ciudadanía universitaria en 1997, comenzaron a surgir los juvenólogos, los proyectos para jóvenes y el juvenilismo.  Los especialistas en jóvenes que hubo en todo calibre, los que decían “los jóvenes sí pueden”, hasta de los que no sabían de lo que hablaban. De repente surgieron los encuentros juveniles, diálogos juveniles, movimientos juveniles, campamentos juveniles, tonos juveniles y organizaciones juveniles.

La Ley Pulpín mostró la debilidad política del gobierno, la crisis de la institucionalidad laboral y la fuerza del noismo.  Frente a la Ley Pulpín no hay propuesta.  Rosa María Palacios siempre le dice a los jóvenes anti-ley pulpin “es mejor algo (la ley) que nada”, hasta ahora no existe una respuesta clara y concreta.  La estrategia de ella es llevar el debate a un escenario neoliberal, en base a las lecciones de economía de Boloña Berh quien dijo el siguiente axioma: “es preferible 1% de algo que 100% de nada”.

El debate debe girar en otro escenario, el de los derechos. Buscar una buena ley en el marco de la institucionalidad laboral, es decir, legitimando el Consejo Laboral como el espacio en donde toda iniciativa relacionada con el trabajo sea debatida para buscar un consenso. De esta manera evitar a los iluminados técnicos quienes deciden el futuro de millones de peruanos.


Pero si nos quedamos con el rollo juvenilista se entra en un círculo vicioso, se pierde la visión del país, la institucionalidad y la ciudadanía. Por ese motivo, frente al ingenioso lema “cholo sí, barato no”, hay que hacerlo dialogar con “cholo/a sí, ciudadano/a también” para construir una República de Ciudadanos/as.