Por Raúl Rosales León. Ciudadano (de)constructor
A principios del nuevo año tuve la suerte de ver una película, junto con
mi ahijado Adrianito, titulada Minions realizada por los creadores Mi Villano
Favorito 1 y 2; si bien este film es supuestamente para niños y niñas, resultó
todo lo contrario en clave política electoral. Por este motivo frente a la cruda
realidad política y la aguda crisis de institucionalidad en el presente
contexto electoral surge el fenómeno Partido Minions.
Es necesario señalar para el buen entendimiento del artículo que los
Minions es una tribu micro patriarcal (no hay Minians) conformada por un
conjunto pequeños personajes de color amarillo en donde sobresale sus ojos,
grandes lentes y sus extraños gemidos tratando de expresar algún tipo de
lenguaje. Ellos habitan el planeta desde hace mucho tiempo y comparte un mismo
objetivo en la tierra: servir a un amo más despreciable.
La fatalidad de la tribu Minions en la tierra consistió que fue tarea
sencilla encontrar el amo, pero el conservarlo fue difícil. De ahí la constante búsqueda de un amo a
quien seguir y atender porque de lo contrario la vida de estos personajes
amarillos no tenían propósito llegando a sentirse perdidos y deprimidos. Lo paradójico
de los Minions es que siendo protagonistas de su historia se estructura una
relación de dependencia esporádica con el Otro (amo).
Esta película sirve para comprender la relación perversa entre los
partidos políticos y el electorado nacional en el Perú. Según los estudios del Jurado Nacional de
Elecciones (JNE) el 43 % del electorado decide su voto en la semana previa a un proceso electoral y, lo más preocupante, de ellos el 23 % lo hace cuando está en la cola para votar. El electorado nacional
al igual que los Minions tiene una relación de dependencia esporádica con su
candidato/a que eligen faltando una semana. Lo común de ambos es que siempre
buscan un rostro dejando de lado el aparato institucional que representa un
partido político.
Como los partidos políticos tienen fuertes problemas de institucionalidad se
han transformado en franquicias electorales se adaptan a la realidad de la
cultura política del Perú. Los partidos no buscan la construcción de militancia,
cuadros técnicos y referentes ideológicos, sino que están a la búsqueda del
Minions electoral perfecto. Para ello
comienzan a buscar rostros que sumen para las estadísticas de los sondeos de
opinión, si el rostro público con marketing electoral coincide con la búsqueda permanente
de los Minions, entonces se tiene asegurado los votos, los cuales pueden ganar
en el mismo día de las elecciones.
En ese proceso de búsqueda se puede observar que la tribu Minions tiende puentes
efímeros con todos los rostros. La elección del rostro no tiene bandera
política: ayer con César Acuña, hoy Verónica Mendoza, mañana Julio Guzmán y
pasado mañana con Barnechea.
El trabajo no es fácil y la tarea es ardua: es necesario construir partidos
con ideología. Partidos desde las bases; no un elitismo técnico de WhatsApp que se mira el ombligo sino fortaleciendo
el tejido social con el electorado, la ciudadanía de a pie; no al clientelismo efímero
sino la construcción de una república de ciudadanos/as.