Por: Raúl Rosales León (Waro)
En primer lugar para
explicar la lógica subyacente del texto de Michel de Certeau utilizaré la
imagen de una máquina de escribir mecánica. Esta máquina es producida por la
industria moderna con el objetivo de satisfacer la necesidad del cliente. Existe un usuario o usuaria que consume dicho
producto en el marco del mundo laboral de oficina. Una oficina jerarquizada por jefes o jefas que
tienen una mirada vigilante y panóptica del trabajo realizado por todos los/las
trabajadores/as. Bajo esta óptica las máquinas de escribir solo sirven para
escribir, mientras que los/as usuarios/as solo obedecen las ordenes pasivamente
para ganar el pan de cada día en horario de oficina.
Frente a este
escenario de la oficina panóptica, Michel de Certeau se plantearía la siguiente
pregunta ¿la máquina de escribir solo sirve para escribir? Una respuesta es brindada por Leroy
Anderson quien compuso una canción denominada “La Máquina de Escribir” para la
película Lío en los Grandes Almacenes
protagonizada por Jerry Lewis en 1963.
Lo singular de esta composición musical es la utilización de la máquina
de escribir para hacer música. Esta composición tiene la característica de usar
todos los instrumentos de una orquesta sinfónica con la inclusión de la máquina
de escribir que por medio de su peculiar sonido hace juego con la composición
musical. En esta lógica la máquina de escribir no solo sirve para escribir
porque fue reapropiada para otro uso.
La lógica subyacente del texto de Michel de
Certeau enfoca su propuesta de la siguiente manera: “la cultura
común y cotidiana en tanto que esta es apropiación (o reapropiación); en el
consumo o recepción considerado como una manera de practicar” (2010:XXI). En
este sentido, el arte de hacer se basa en
considerar el consumo como una manera de reapropiación de los productos por
medio de la práctica que inventa lo cotidiano. El autor abrirá interrogantes sobre las operaciones de
los usuarios supuestamente condenados a la pasividad y disciplina.
El
cuestionamiento de Michel de Certeau a la pasividad de los
usuarios-consumidores se estructura frente a figuras teóricas de
oposición. Estos teóricos asumen la
pasividad de los usuarios/as que son disciplinados/as y controlados/as en la
microfísica del poder (Michel Foucault) y, al mismo tiempo, reproducen las
jerarquías sociales y repetición de las ideológicas por medio de su docta
ignorancia (Pierre Bourdieu). Frente a la propuesta teórica de ambos
intelectuales del poder, el objetivo de Michel de Certeau consiste en “explicitar
las combinatorias operativas que componen también una cultura y exhumar los
modelos de acción característicos de los usuarios de quienes se oculta, bajo el
sustantivo púdico de consumidores, la condición de dominado (lo que no quiere
decir pasivos o dóciles) (2010:XLII). En ese sentido, lo se inventa con mil
maneras de casar furtivamente en donde los cazadores representan a estos
consumidores con capacidad de agencia.
Dejar de lado la representación del consumidor pasivo para visualizar al
consumidor cultural, Michel de Certeau analiza al nuevo consumidor con
capacidad de manipulación para emplear los productos desde la lógica de la
reapropiación y no reproducción. Estas maneras de hacer estructura el
procedimiento de las prácticas de lo cotidiano que conlleva a innumerables
prácticas culturales. En estos márgenes de acción surge el “hombre ordinario” que
según el autor en la vida cotidiana estructura prácticas culturales a través de
una serie de artimañas de reapropiación de los productos de consumo. En ese sentido, en la cultura ordinaria el orden es puesto en
juego por un arte de hacer y, por medio de este arte, se inventa lo cotidiano. Según el autor: “mil maneras de hacer/deshacer
el juego del Otro, es decir, un espacio instituido por otros, caracteriza la
actividad, sutil, tenaz, resistente, de grupos que, por no tener uno propio,
deben arreglársela en una red de fuerzas y representaciones establecidas”
(2010: 22)
El modelo de análisis de Michel de Certeau
sobre las prácticas culturales estructurado en la invención de lo cotidiano, es
tomado bajo la lógica de la guerra. La guerra entendida desde la planificación
y gestión por medio de estrategias y tácticas.
Estos dos elementos (estrategia y tácticas) le servirán como un modelo
de análisis de las prácticas culturales y, sobre todo, comprender como se
produce la resistencia de los supuestos consumidores pasivos.
El autor denomina como estrategia: “al
cálculo (o la manipulación) de las relaciones de fuerzas que se hace posible
desde el sujeto de voluntad y de poder (una empresa, un ejército, una ciudad,
una institución científica) resulta aislable” (2010:42). En la perspectiva de
la estrategia se postula un lugar y espacio fijo (mapa)
que está bajo la mirada panóptica. En el mapa de operaciones se administra las
relaciones con una exterioridad (enemigo). Finalmente transforma la
incertidumbre en espacios legibles. La estrategia sería el Otro con una serie
de mandatos culturales panópticos de control y vigilancia.
Con
respecto a la táctica, Michel de Certeau lo identifica como la capacidad de
resistencia de los consumidores. A diferencia de la estrategia, la táctica es
comprendida como la acción calculada que determina la ausencia de un lugar
propio. No cuenta con una visión global ni totalizar del adversario. Por ese
motivo, se actúa en el terreno que se le impone, aprovecha las ocasiones, crea
sorpresas y es astuta. Le resulta posible estar allí donde no se
le espera y convierte la posición más débil en la más fuerte. Según el autor: muchas prácticas (hablar, leer,
circular, hacer las compras o cocinar, etcétera) son de tipo táctico” (2010:L).
Estas tácticas corresponde al arte de hacer
jugadas en el campo del otro, astucia de cazadores, capacidades maniobreras y
polimorfos.
Según Michel de
Certeau es necesario interesarse por las operaciones
de reapropiación de los productos culturales. Este interés estructura la hoja
de ruta del texto en donde se visualiza una serie de reflexiones de diferentes
prácticas culturales: el arte de hablar, escribir, leer, uso del espacio, de
creer, memoria, entre otros. A
continuación se hará una reseña de las principales artes de hacer de la
invención de lo cotidiano.
En el arte de hablar,
según el autor, el acceso a la cultura empieza cuando el hombre ordinario se
convierte en narrador. Es decir, tiene
la capacidad de reapropiación del lenguaje. Por esta razón el autor hace
mención de Wittgenstein quien teoriza sobre los usos lingüísticos, en
donde el lenguaje tiene una multiplicidad de herramientas.
Según Michel de Certeau: “tratar el lenguaje como un lenguaje ordinario, sin
poder “dominarlo con la mirada”, sin visibilidad a partir de un lugar distante,
es tomarlo como un conjunto de prácticas en la que se halla implicado y
mediante los cuales trabaja la prosa del mundo” (2010:16). Desde la lógica el
autor señala que en el arte de hablar existe la capacidad de los usuarios/as
para el empleo del lenguaje.
Con respecto al arte de
escribir, Michel de Certeau señala que esta es una actividad concreta de construir sobre un espacio propio: la página. El sujeto es el amo de la
escritura. En el arte de escribir se
construye una realidad, y toma como ejemplo la novela de Robinson Crusoe escrita por el inglés Daniel Defoe (publicada en 1719): “la novela combina tres
elementos…: la isla que delimita un lugar propio, la producción de un sistema
de objetos por parte del sistema dominante, y la transformación del mundo
natural” (2010:150). La imagen del sujeto aislado que por medio del lenguaje se
hace objetiva la realidad que se describe (la naturaleza de la isla y a otro
habitante Viernes). Por otra parte, se
trabaja la idea de colocar el cuerpo (social y/o individual) bajo la ley de la
escritura, según el autor: “lo que está en juego se refiere a la relación del
derecho al cuerpo, un cuerpo en sí mismo definido, circunscrito, articulado por
lo que se escribe de él” (2010: 152). El hombre ordinario al ser amo de la
escritura abre la posibilidad que la historia se puede rehacer al partir del
texto.
En el arte de leer,
Michel de Certeau señala que la lectura se ha convertido en la acción del ojo. Esta imagen sale del sentido común que la
lectura es un acto pasivo. El autor hace
un símil entre la relación producción-consumo y escritura-lectura. Así como se piensa que los consumidores son
pasivos frente a los productos, de igual manera se piensa con los lectores
frente a los textos. Según el autor:
“ayer, este texto era escolar. Hoy, el texto es la sociedad misma. Tiene forma
urbanística, industrial, comercial o televisiva. Pero la mutación que ha hecho
pasar de la arqueología escolar a la tecnocracia de los medios no ha dejado
huella en el postulado de la pasividad propia del consumo: un postulado que,
justamente, debe discutirse” (2010:179).
Por ese motivo, Michel de Certeau discute la pasividad de la lectura
afirmando que dicha actividad se caracterizada por los
avances, retrocesos, tácticas y juegos con el texto. Un ejemplo de la actividad
de la lectura son los cursos de lectura veloz que representa la ausencia de
pasividad de esta práctica cotidiana.
Otro tema de análisis de Michel de Certeau que destaca consiste sobre
la práctica del espacio. Según el autor la ciudad está a merced de los
movimientos contradictorios que se compensan y combinan fuera del poder
panóptico. El andar es no tener lugar.
Los practicantes
ordinarios de la ciudad tienen múltiples maneras de hacer en el espacio urbano.
El autor señala lo siguiente: “estas prácticas del espacio remiten a una forma
específica de operaciones (de maneras de hacer), a otra espacialidad (una
experiencia “antropológica”, poética y mítica del espacio) y una esfera de
influencia opaca y ciega de la ciudad habitada” (2010:105). Estas formas de
prácticas microbianas, singulares y plurales que se escapan de la disciplina
panóptica que observa desde la cima de los grandes edificios.
En el arte de
creer, Michel de Certeau entiende por creencia: “no el objeto de creer (un
dogma, un programa, etcétera), sino la participación de sujetos en una
proposición, el acto de enunciarla al tenerla cierta, dicho de otra manera,
“una modalidad” de la afirmación y no su contenido” (2010:194). El autor analiza este acto de creer en el
campo religioso y político para analizar la transformación del creer en la
sociedad: “en realidad (la historia y la semiótica lo muestran), la
participación del creer pasa de mito en mito, de ideología en ideología, o de
enunciado en enunciado” (2010:197). En este sentido, las organizaciones
políticas sustituyen a las Iglesias como lugares de prácticas de creyentes. La
transformación de la creencia pasa de creer en lo que no se ve hacia el creer
en lo que se ve; el nuevo postulado es creer que lo real es visible. Según el
autor: “el simulacro contemporáneo es en suma la localización última en creer
en el ver; es lo visto identificado con lo que debe ser creído” (2010:203).
El texto de Michel
de Certeau no apunta a estructurar un proyecto sobre la invención de lo cotidiano,
sino una trayectoria. Lo cotidiano se inventa y se rehace. El autor señala que
para dar cuenta de las practicas (el arte de hacer y reapropiar) es necesario
la categoría de trayectoria: “debía evocar ésta como un movimiento temporal en
el espacio, es decir, la unidad de una sucesión diacrónica de puntos recorridos”
(2010:41). Esta visión diacrónica de las prácticas se antepone a la figura de
puntos que conforman un lugar sincrónico o estático. El autor señala que la
trayectoria se dibuja o proyecta sobre un plano recorrido de un caminante en la
ciudad: “esta proyección significa que es posible tomar lo uno (lo descrito)
por otro (las operaciones basadas en las ocasiones)” (2010:42).
Finalmente en la
lógica del trayecto está la posibilidad de cambio en donde los supuestos
consumidores “dominados” pasan a tener agencia en la manipulación y
reapropiación de los productos por medio de la invención de lo cotidiano
ampliando la noción de cultura y, por consiguiente, de las prácticas
culturales. Si fuera lo contrario Michel de Certeau señalaría lo siguiente:
“así, eliminar lo imprevisto o expulsarlo del cálculo como una actividad
ilegítimo y destructor de racionalidad, es impedir la posibilidad de la
práctica viva y “mítica” de la ciudad. Sería no dejar a sus habitantes más que
los pedazos de una programación hecha por el poder del otro” (2010:223).
Bibliografía
Michel
de Certeau (2010) La Invención de lo cotidiano. Artes de hacer. México: Universidad Iberoamericana.
Departamento de Historia del Instituto Tecnológico y Estudios Superiores de
Occidente.